Wednesday, June 30, 2010

The Parade's Gone By


Tuesday, June 29, 2010

Air Force-Fuerza Aerea


Monday, June 28, 2010

Profile-Perfil


Patricio Betteo sent me a link to a curious art program site and I made this "accidental" drawing using it. Have fun. Try it:



Patricio Betteo me mando un link a este curioso programa de dibujo y con el hice este trabajo "accidental". Si te queres divertir usandolo podes hacerlo aqui:

Sunday, June 27, 2010

Dans La rivière ou Un oeuf à l'air


Viola


Saturday, June 26, 2010

Sniped Man-El Hombre Francotirado




Friday, June 25, 2010

Birds, Cat and a Man with a Glass of Wine


Thursday, June 24, 2010

Moon Through The Nose 2


Wednesday, June 23, 2010

Camelopardis

Tuesday, June 22, 2010

Crap-Una Garcada

Monday, June 21, 2010

Vieja Viola-Old Guitar

Sunday, June 20, 2010

Pa' que te via contar


-How could I start telling you about it-

Saturday, June 19, 2010

Internal flood-Inundacion Interna

Friday, June 18, 2010

Tautology

Thursday, June 17, 2010

Collaborative Effort



Two hands drawings (Drawn by Menchi Sábat and Oscar Grillo)

Wednesday, June 16, 2010

The Dance (Stygmata)

Tuesday, June 15, 2010

Comet

Monday, June 14, 2010

Demoiselles

Les Demoiselles D'Ealing

Les Demoiselles De Shepperd's Bush
Les Demoiselles De Hackney

Les Demoiselles De Chiswick
Les Demoiselles de Southall

Les Demoiselles From Nowhere

Saturday, June 12, 2010

La Mujer Musulmana (1935)



"Tal es la vida de la mujer musulmana: la de una prisionera.
Hasta los nueve años de edad, aquí en Marruecos, la mujer musulmana disfruta de libertad infantil. Su vida se desarrolla como la de una criatura normal europea, le está permitido encontrarse o jugar con varones; algunas, muy escasas, concurren a la escuela árabefrancesa, pero al llegar a los diez años de edad las puertas de la calle se cierran para ella; ya no podrá salir más, ningún hombre debe verle el rostro, incluso se ocultan las criaturas a las mujeres que van de visita a la casa de los padres y hasta ocurre que en chismes de vecindad denigran la belleza de la futura mujer, dificultándose con ello la posibilidad de en­contrar marido.
De allí que casi todas las mujeres que encontramos por la calle, pertenezcan a la llamada clase baja de esta sociedad medioeval. Sin medios económicos para rodearse de criadas, se ven obligadas a salir personal­mente para hacer las compras.
Las otras, las hijas de la clase media y de la pequeña burguesía, permanecen rigurosamente enclaustradas hasta el día que se casan.
Matrimonio significa para la musulmana, cambiar de prisión doméstica. Algunas sufren horriblemente en là proximidad de su matrimonio con un descono­cido. Una señora europea que conversa algo en árabe, me contaba que aquí en Tánger, vive la hija de un ex bajá (gobernador) de Fez: hace cinco años que se casó; su esposo la condujo en automóvil desde Fez a Tánger, llegaron de noche a ésta, y ella confiesa que no ha salido a la calle aún, y que por lo tanto ignora la estructura de la ciudad. He citado semejante caso, porque se trata de una dama de sociedad marroquí, y para que el lector comprenda que el encierro de la mujer no es un privilegio retrógrado de las clases ba­jas, sino de las medias y aristocráticas.
Una acomodadora del mejor cine de Tánger, el Ca­pitol, me cuenta que al salón concurre de tanto en tanto una sola señora musulmana, casada con un em­pleado europeizante del correo español. Es el único caso de mujer honesta que frecuenta el cine.
El encierro es rigurosísimo. Una ex vendedora de la casa de máquinas de coser Singer, me contaba que en muchos casos, se ven obligados a transportar las máquinas a la casa de las interesadas musulmanas, porque sus esposos no les permiten concurrir a la agencia. La empresa tiene profesoras de bordado que hablan correctamente el árabe y dan lecciones a domi­cilio. Muchas moras pudientes ¡es notable el caso! para distraerse se dedican a trabajos de costura y bor­dado que intermediarias especiales colocan en los co­mercios al por menor.
En el hogar, marido y mujer viven separados, ellas con sus criadas, él con los suyos. La servidumbre se compone de esclavos, comprados muy pequeños en el mercado, de modo que su adhesión al amo es incon­dicional. I,as criadas les traen del mercado todos los cuentos que circulan por la ciudad, de que Fulana concurrió a una fiesta de la boda mal pintada, de que ha visto a Mengano, de quien se dice que se casará con la hija de Perengano, etc. A veces suben a las terrazas en las que se comunican con sus vecinas, algunas sal­tan las balaustradas y en estas alturas se han tramado amoríos complicados. Otras veces, concurren a los ba­ños, y si cuentan con años, buscan aventuras, pero esto es excepcional y además peligrosísimo. La esposa es casi siempre acompañada a la calle por su madre o la madre de su marido o una matrona anciana y respetable. No es muy fácil indagar su vida psíquica. La falta de cultura las priva de elementos de lenguaje para expresar los matices que diferencian los estados de espíritu. Casi todas ellas son analfabetas. Las euro­peas que las tratan (son frecuentes las amistades dè musulmanas con cristianas, y a los marroquíes les enor­gullece ver asistir a sus matrimonios a cristianos), tropiezan en sus preguntas no sólo con las dificultades del idioma, sino también con la pobreza de sintaxis de sus interlocutoras, originales en seres humanos casi primitivos cuya conversación sólo se refiere a partes del vestido o de la alimentación. Sería, haciendo una comparación ajustada, tratar de disertar de me­tafísica con una vaca, dotada, por un milagro, del don de la palabra.
Sin embargo, son inteligentes; absorben rápidamente los elementos de cultura occidental; una europea un poco pudibunda, me dice que "tienen una facilidad extraordinaria para asimilar los vicios europeos"; creo que esta reflexión es ingenua; los vicios nacen en el harén o en la soledad de estos hogares de secuestradas.
Un comerciante, hace muchos años radicado en Tán­ger, me asegura que las musulmanas viven rabiosas de su estado al cual no tienen miras de poner remedio en la actualidad. Ellas admiran vivísimamente a las europeas cuya existencia libre se les antoja un pro­digio cósmico, monstruoso que las aterroriza y arroja en el fondo de cavilaciones inexpresables."




"Noviazgo Moro en Marruecos en el Año 1935" Aguafuertes Españolas" Roberto Arlt, 1936

Corte Comercial


Tengo el orgullo de haber dibujado la tapa de este inconmesurablemente comico libro del maravilloso violinista y delirante catalan Pere Bardagí. Es una de las cosas que mas me ha hecho reir desde que le confirieron el premio Nobel de la paz a Henry Kissinger y la tragica muerte de Augusto Pinochet.
No te lo pierdas!
ISBN: 978-84-936717-7-8

Thursday, June 10, 2010

El Hombre que vio a la Partera Asesina a Barsut


"El Hombre que vio a la Partera marchaba como atontado con la greñuda cabellera alborotada. Tenía los pantalones superfluamente sostenidos por la pretina, y un trozo de camisa blanca como la punta de un pañuelo escapaba de su bragueta. Y se tapaba la boca con el puño arrojando enormes bostezos. Pero su mirada somnolienta, perdidosa, parecía ajena a su actitud de patán. Eran hermosos ojos los suyos, serios e incoherentes como los de las grandes bestias, entre los párpados pestañudos que sombreaban sus ojeras en un redondo y fino rostro de doncella. Erdosain lo miró, pero el otro pareció no verle, sumergido en su magnífica incoherencia. Luego miró embobado al Astrólogo, éste le
hizo una seña con la cabeza y después de abrirle el candado entraron los tres al establo.
Barsut se levantó de un brinco: iba a hablar. Bromberg describió una curva en el aire y un choque de cráneos contra las tablas retumbó en la cochera. En el polvo el sol alargaba un losange amarillo. Del montón informe se desprendían ronquidos sordos. Erdosain seguía con curiosidad cruel la lucha, y de pronto de la cintura de Bromberg, que estaba abultado sobre Barsut con los dos enormes brazos tensos en la sujeción de un pescuezo contra el suelo, se desprendió el pantalón, quedando con las nalgas blancas en descubierto y la camisa sobre los riñones. Y el sordo ronquido no fue ya. Hubo un instante de silencio, mientras el asesino, semidesnudo, inmóvil, oprimía más fuertemente la garganta del muerto.
Erdosain miraba, nada más."

Roberto Arlt "Los Siete Locos", 1929

Erdosain y Ergueta


"Erdosain miró repentinamente esperanzado a su extraño amigo. Luego le preguntó:
–¿Jugás siempre?
–Sí, y Jesús, por mi mucha inocencia, me ha revelado el secreto de la ruleta.
–¿Qué es eso?
–Vos no sabes... el gran secreto... una ley de sincronismo estático... Ya fui dos veces a Montevideo y gané mucho dinero, pero esta noche salimos con Hipólita para hacer saltar la banca. Y de pronto lanzó la embrollada explicación:
–Mirá, le jugás hipotéticamente una cantidad a las tres primeras bolas, una a cada docena. Si no salen tres docenas distintas se produce forzosamente el desequilibrio. Marcas, entonces, con un punto la docena salida. Para las tres bolas que siguen quedará igual la docena que marcaste. Claro está que el cero no se cuenta y que jugás a las docenas en series de tres bolas. Aumentas entonces una unidad en la docena que no tiene alguna cruz, disminuís en una, quiero decir, en dos unidades la docena que tiene tres cruces, y esta sola base te permite deducir la unidad menor que las mayores y se juega la diferencia a la docena o a las docenas que resulten.
Erdosain no había entendido. Contenía su deseo de reír a medida que su esperanza crecía, pues era indudable que Ergueta estaba loco. Por eso replicó:
–Jesús sabe revelar esos secretos a los que tienen el alma llena de santidad."

"Un Hombre Extraño" Los Siete Locos (Roberto Arlt, 1929)

Wednesday, June 09, 2010

Semana Santa en Sevilla, 1936


"Ayuarte yo quisiea

A llevá tu crú pesá

Cirineo podé sé

Siendo Tú el del Gran Podé".


De 'Aguafuertes Españolas'. Roberto Arlt, Diario El Mundo, 1936

Tuesday, June 08, 2010

El Barrio De Los Genios


“Cervantes espía, envidioso, la regalada existencia de Lope de Vega. El carece de capacidad para introdu­cirse como lacayo entre la nobleza. Lope de Vega, que ha sabido rodearse de bienestar, expresa su burguesa tendencia al bienestar en un verso, que tino no sabe si admirar por su cinismo o candidez respecto al juicio del futuro:

Mas tengo un bien tantos desfavores que no es posible que la envidia mire dos libros, tres pinturas, cuatro flores.

Cervantes, tras de los postigos de su casa, casi frontera a la de Lope, observa entrar allí las actrices que el dramaturgo convence para que acepten los favores del duque de Sessa. El Manco aborrece a su vecino, lo cree el autor del Quijote apócrifo, le lanza indirectas en un prólogo del Quijote, y Lope desprecia a este soldadote grosero, cuyo trato rehuye numerosa gente, pues se le conoce oficio de rufián.

Despectivo y malévolo, se pasea entre ambos el co­jo Quevedo. Quevedo habita en una callejuela que nace entre la casa de Lope y Cervantes, como arranca el man­go de hierro de un martillo. Quevedo se burla despecti­vamente de esta gentuza; él es un señor, Señor de la To­rre de Juan Abad, y el Cojo pavonea su sangre azul entre estos miserables literatos que se disputan los mendrugos de la nobleza. Quevedo y Lope no se estiman mas se tra­tan, y he aquí por qué. Ha perpetuado este recuerdo, un verso humorístico de un anónimo de la época:

Hoy hacen amistad nueva más por Baco que por Febo
don Francisco de que bebo y Félix Lope de beba.

A cien metros de allí, se encuentra el convento de la orden Trinitaria, donde suele ir a rezar Góngora. Góngora, por su categoría de eclesiástico, goza de un-mediocre pasar y desprecia profundamente a estos tru­hanes que emborronan resmas y más resmas de papel. Lope corresponde al esquivo eclesiástico, escribiendo un verso en el cual le trata indirectamente de judío:

Yo te untaré mis versos con tocino por que no me los roas, Gongorilla.

Tal es la hemosa vida que cumplen los genios del siglo de oro español.”
"El Barrio De Los Genios" Aguafuertes Madrileñas-Roberto Arlt, 1/4/36

Monday, June 07, 2010

Semana Santa en Sevilla

"Cada treinta metros, el paso se detiene, los hombres se inclinan sobre sus rodillas, el paramento reposa sobre sus pies naturales y los tapices se entreabren.

Asoma el rostro de los bueyes humanos, con la cabeza A semejanza de sarracenos, envuelta en un turbante de toallas. El sudor corre por sus rostros. Servido­res de la cofradía, que siguen el "paso", les ofrecen jarros de vino y cuencos de chocolate.

El trabajo es terrible y penoso. Cada hombre lleva cargado sobre la nuca cien kilos y a veces más. Algunos se desmayan, otros suelen ser retirados, derramando sangre por los oídos. Cada uno cobra cuarenta pesetas diarias, por esta crucificación laica."

"Aguafuertes Españolas" Roberto Arlt, 1935


Saturday, June 05, 2010

"Ven Mi Ama Zobeida Quiere Hablarte"


Piter se encontró en una habitación esterillada, el suelo alfombrado cubierto de almohadones. Pequeñas mesitas laqueadas de rojo ponían al alcance de la mano chucherías de bronce. El aire aromatizaba simultáneamente a sándalo, a jazmín, a incienso y azahar. Piter se sentía embriagado de una esencia misteriosa más sutil, que parecía flotar permanentemente bajo el volumen de los olores inmediatos. Espingardas de cañones niquelados y culatas con incrustaciones de nácar adornaban las panoplias de los muros. Zobeida le mostró un cojín y Piter se sentó al mismo tiempo que ella. La muchacha cogió un estuche de plata y le ofreció un bombón.
Tenía olor de almizcle, sabor de grasa, frialdad de menta. La muchacha se quedó mirándolo largamente, como si aquilatara sus malas virtudes. Luego:
-¿Tú eres el médico que envenenó a su mujer?
-¿Quién te ha dicho esa mentira? -replicó con suavidad Piter.
Zobeida sonrió. Lo examinaba con tremenda confianza.
-Eres hermoso como la buena suerte. ¿Te gustan las piedras preciosas?
Tomó un cofrecillo de marfil, hizo girar la llavecita, levantó la tapa. En un fondo aterciopelado centelleaban pequeños cristales azules, gemas de biseles amarillos, poliedros de agua.
Piter, completamente desinteresado del cofrecillo, pues no entendía de piedras preciosas, lo apartó suavemente.
-¿En qué puedo servirte?
Zobeida dejó la arqueta y con aquella inmensa intimidad que emanaba de su modo de ser, como si hiciera mucho tiempo que lo conociera a Piter y no dudara de su discreción en los tratos, dijo:
-Necesito un veneno bondadoso como una enfermedad.
-¿Qué harás con él?
-Dárselo a beber a mi marido.
-¿No te agrada tu marido?
-No”.


"Ven mi ama zobeida quiere hablarte"- El Criador de Gorilas(Roberto Arlt, 1941)

La factoría de Farjalla Bill Alí

"En la factoría de Farjalla Bill trabajaba como tenedor de libros. El canalla de Farjalla no solo explotaba un provechoso criadero de gorilas, sino también una academia de elefantes jóvenes. Allí se les enseñaba a trabajar. El mercader vendía con excelente ganancia los elefantes domesticados y gorilas. Disponía de varias leguas de selva y de numerosos rebaños de esclavos. Como éstos eran sumamente torpes para dedicarlos a la educación del elefante, se les utilizaba en los trabajos penosos. Las negras, generalmente, en la factoría se dedicaban a nodrizas de los gorilas huérfanos, debido a que los monos adultos morían de tristeza al verse privados de su libertad. Los gorilas recién nacidos y huérfanos requerían atenciones extraordinarias para alimentarlos, porque con su olfato delicado percibían la diferencia que había entre sus madres y las negras. Además, las pequeñas bestias son terriblemente celosas y no toleran que la esclava amamante a su propio hijo. Como Farjalla Bill Alí no se mostraba en este particular sumamente cuidadoso, una negra llamada Tula, que trajo su pequeño al criadero, sin poderlo impedir, vio cómo el gorila a cuyo cuidado estaba estrangulaba al niño."

"El Criador de Gorilas"-La factoría de Farjalla Bill Alí (Roberto Arlt, 1941)



Friday, June 04, 2010

Aguafuerte Porteña (Roberto Arlt, Diario El Mundo)


SUICIDIOS EN LAS PLAZAS
Porque es curioso. Nuestras plazas son las que más predisponen al suicidio. Son tan feas y tienen es­tatuas tan grotescas que, por no mirarlas, más de un infeliz se ha eliminado.
Esto lo escribiría Paul Morand; pero pensando seriamente, se comprende por qué la plaza es el último apeadero del desdichado. Su aridez, lo desamparado de ella, el espectáculo de los desechos humanos que se adormilan en los bancos, todo contribuye a exasperar el delirio de un hombre que se siente en la mala.
Y recuerdo que me contó un amigo que pensaba matarse, y posiblemente lo hubiera hecho, una maña­na que llegó a Plaza Once. Cavilaba que era inevitable morir, que con matarse resolvería de golpe un innu­merable montón de angustias que hacía tiempo le acosaban. Se sentó en un banco y se quedó allí como atontado. Estaba fatigadísimo, pues había caminado muchas cuadras. Y de pronto, comprendió que tenía la voluntad de matarse. La plaza se le figuraba una es­pecie de infierno donde envejecería de continuo, atra­vesando por sucesivas y más amargas decadencias. Y, decepcionado de todo, dejó caer la cabeza sobre el res­paldar. Cuánto tiempo estuvo así, no recordaba. De pronto, sintió un picotazo en las sienes: era un pájaro que se había detenido sobre él.
Este hecho insignificante le salvó. Como quien escapa de un tembladeral donde cada vez más se hunde, él huyó de la plaza. No pensaba ya en matar­se. Había que vivir; vivir de cualquier forma. Pero la plaza quedó en su entendimiento grabada como el más abominable lugar de sufrimiento que hay sobre la tierra. Se le quedó allí, en el corazón, como un pe­dazo de desierto encastrado en la ciudad. El que pe­netra a él, si no es fuerte, se abandona y se pierde.

Thursday, June 03, 2010

Judas Iscariote (Capitulo IV de "El Juguete Rabioso")



"Bajo la capota del carro, el Rengo improvisaba estupendas poltronas con bolsas y cajones. Sabíase dónde estaba porque bajo el arco del toldo se escapaban nubes de humo. Para entretenerse, el Rengo cogía el mango de un látigo como si fuera una guitarra, entornaba los ojos, chupaba con más energía el cigarrillo y con voz arrastrada, a momentos hinchada de coraje, en otros doliente de voluptuosidad, cantaba:

Tengo un bulín más, "sofica"
que da las once antes de hora

y que yo se lo alquilé;

y que yo se lo alquilé

para que afile ella sola.

Con el sombrero sobre la oreja, el cigarro humeándole bajo las narices, y la camiseta entreabierta sobre el pecho tostado, el Rengo parecía un ladrón, y a veces solía decirme: —¿No es cierto, che, Rubio, que tengo pinta de "chorro"?....

Tuesday, June 01, 2010

El Señor Naidath y el Arpa.


"Maximito, origen de tantas desaveniencias, era un badulaque de veintiocho años, que se avergonzaba de ser judío y tener la profesión de pintor.

Para disimular su condición de obrero, vestía como un señor, gastaba lentes y de noche antes de acostarse se untaba las manos con glicerina.

De sus barrabasadas yo conocía algunas sabrosísimas.

Cierta vez cobró clandestinamente un dinero debitado por un hostelero a su padre. Tendría entonces veinte años y sintiéndose con aptitudes de músico, invirtió el importe en un arpa magnífica y dorada. Maximito explicó, por sugerencia de su madre, que había ganado unos pesos con un quinto de lotería, y el señor Naidath no dijo nada, pero escamado miró de reojo el arpa, y los culpables temblaron como en el paraíso Adán y Eva cuando los observó Jehová.

Pasaron los días. En tanto, Maximito tañía el arpa y la vieja judía se regocijaba. Estas cosas suelen suceder. La señora Rebeca decía a sus amistades que Maximito tenía grandes condiciones de arpista, y la gente, después de admirar el arpa en un rincón del comedor, decía que sí.

Sin embargo, a pesar de su generosidad, el señor Josías era un hombre prudente ciertas veces y pronto se hizo cargo por qué trapacería era dueño del arpa el magnánimo Maximito.

En esta circunstancia, el señor Naidath, que tenía una fuerza espantosa, estuvo a la altura de las circunstancias, y como recomienda el salmista, habló poco y obró mucho.

Era sábado, pero al señor Josías, importábale un ardite el precepto mosaico, a vía de prólogo sacudió dos puntapiés al trasero de su mujer, cogió a Maximito del cuello y después de quitarle el polvo lo condujo a la puerta de calle, y a los vecinos que en mangas de camisa se divertían inmensamente con el barullo, desde la ventana del comedor les arrojó el arpa a las cabezas.

Esto ameniza la vida, y por eso la gente decía del judío:

—¡Ah!, el señor Naidath... es una buena persona."

El Juguete Rabioso, Roberto Arlt, 1926


MAD TOY by Roberto Arlt, Michele McKay Aynesworth (Trans ...


MAD TOY by Roberto Arlt, Michele McKay Aynesworth (Trans) ISBN : 9780822329114 books from Pickabook.





El Gaseado

"De pronto recobra conciencia de la realidad. Alguien que ha entrado subrepticiamente a su cuarto le toca con suavidad en el hombro. Sin embargo, Erdosain no se resuelve todavía a despertarse. Trata de localizar con los ojos cerrados de dónde proviene el inesperado hedor de aceite de ricino que ahora llena su cuarto.
La persona que lo llama insiste en su propósito de querer despertarlo mediante suaves toques en la espalda. Erdosain entreabre lentísimamente los párpados. De esa manera puede espiar sin demostrar que se encuentra despierto.
Permanece inmóvil, aunque no puede menos de sorprenderse. Su visitante se ha detenido a la orilla de la cama, y desde allí lo contempla, tiesos los brazos cruzados sobre el triple correaje que cruza su capote. Lo extraordinario del caso es que el desconocido viste el traje de las trincheras. Se cubre con un casco de acero y lleva el rostro protegido por una máscara contra gases. Erdosain no puede establecer a qué modelo de guerra corresponde la máscara.
Esta consiste en un embudo negro con dos discos de vidrio frente a los ojos. El vértice del embudo termina en un pequeño cilindro horizontal, de aluminio, con tornillos laterales. De allí parten dos tubos de goma anillados, que penetran en una cartera suspendida sobre el pecho por un triple correaje, que pasando por las espaldas se empestilla en las axilas. La careta da al desconocido la singular apariencia de un hombre con cabeza de oso. Ahora Erdosain levanta la cabeza y, apoyando el cuerpo sobre los dos codos, examina el capote en que se calafatea su visitante, impermeabilizado a los gases por un baño de aceite. El capotón es tan inmenso, que su ruedo roza los talones de unos botines increíblemente deformados y cubiertos de fango endurecido. Remo menea la cabeza, no del todo convencido, y murmura:
—¿Por qué no se quita la careta? Aquí no hay gases."

Los Lanzallamas, Roberto Arlt, 1931